domingo, 27 de septiembre de 2015

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EEUU lleva a cabo una campaña psicológica muy parecida a la de la famosa “Guerra de las Galaxias” (Strategic Defense Initiative) lanzada por el presidente Ronald Reagan en los años 1980 contra la Unión Soviética utilizando una sofisticada tecnología de engaño.

Nos quejamos del terrorismo, sin embargo es precisamente nuestro imperio es el más grande terrorista. Nosotros bombardeamos, invadimos, subvertimos permanentemente otros estados
— Gore Vidal, 1925-2012

Desde que la prensa globalizada se dedicó, hace un año, a la discusión sobre el rol positivo de la guerra en el crecimiento económico, los líderes de Estados Unidos, tanto demócratas como republicanos han entrado en una vorágine desesperada para buscar un enemigo y tapar así los problemas económicos, justificar cada día el mayor endeudamiento del país y el crecimiento del gasto militar tanto abierto como encubierto junto con el incremento de bases militares norteamericanas en el extranjero.
A tal extremo ha llegado la situación, que actualmente todos los precandidatos republicanos a las elecciones presidenciales, incluyendo a Carly Fiorina tomaron la posición belicista. En el partido demócrata, la precandidata de mayor fuerza, Hillary Clinton también se identificó con la posición guerrerista. Lo que les faltaba a los “iluminados” neoconservadores y neoliberales norteamericanos, era encontrar un enemigo de peso al que la opinión pública ya estuviera preparada para aceptar después de una larga y sistemática campaña de desinformación y el lavado del cerebro a la que fue sometida. Cuando las agencias de encuestas afirmaron que un 52 por ciento de los norteamericanos consideran que ya no el Ébola, Corea del Norte, el Estado Islámico (EIIS), Irán, China, sino Rusia representa el mayor peligro para la seguridad nacional de EEUU, enseguida fue lanzada la consigna: “Russians are Coming” (Los rusos están viniendo).
Todavía no se sabía bien a dónde “estaban viniendo los rusos” pues lo de la invasión rusa a Ucrania no convenció mucho a los habitantes de EEUU y además la opinión pública occidental ya estaba cansada de los problemas ucranianos.  A la vez, Bruselas transfirió miles de millones de euros a Ucrania, Grecia, España y Portugal, y al igual que Washington lanzó sus propios programas de Flexibilización Cuantitativa (QE) en las que gastaron en conjunto algo de cinco millones de millones de dólares para estimular sin un resultado visible sus propias economías. Habría que inventar algo nuevo respecto, tanto al enemigo como la zona de su próximo “ataque”, para asegurar el apoyo incondicional de los miembros de la OTAN.
Entonces, The Foreign Policy Magazine, cuyo dueño es el periódico The Washington Post, lanzó por encargo del Pentágono la idea de una “hipotética potencial de agresión rusa” contra los países bálticos (Estonia, Lituania, Latvia) lo que, según la periodista Julia Ioffe, obligó al Departamento de Defensa (DOD) a preparar planes de contingencia contra Rusia. Según Ioffe, “por primera vez desde el colapso de la URSS en 1991 el DOD está revisando y actualizando los planes de contingencia para el conflicto armado con Rusia” en la región báltica. Ioffe afirmó que para EEUU, “Putin ya no es un socio potencial sino un peligro potencial” lo que está obligando a Washington a incrementar su presencia militar en la región del Mar Báltico. La respuesta de los socios de la OTAN no se dejó esperar pues los aviones militares de Alemania armados para el combate empezaron a patrullar el cielo en esta región.
Lo que está en marcha actualmente es una campaña psicológica muy parecida a la de la famosa “Guerra de las Galaxias” (Strategic Defense Initiative) lanzada por el presidente Ronald Reagan en los años 1980 contra la Unión Soviética utilizando una sofisticada tecnología de engaño. El actual secretario del Departamento de Defensa Ashton Carter, conocido por su rusofobia ordenó recientemente el despliegue de 250 tanques en los países bálticos lo que en realidad parece más a un acto de presión sicológica ya que 250 tanques no representan un peligro real en los tiempos de los misiles. Todo esto está simplemente diseñado para calmar la opinión pública de los países miembros de la OTAN, asustados constantemente por los medios de comunicación globalizados al servicios de los halcones belicistas norteamericanos.
El secretario del Departamento de Defensa Ashton Carter se comprometió con los militares norteamericanos de hacer todo lo posible para aumentar el presupuesto militar y para eso utiliza todas las técnicas de cabildeo y especialmente la mentira. El 20 de agosto pasado declaró que Rusia muestra una “conducta antagónica” y debido a sus armas nucleares representa un peligro para Norteamérica. Todo esto en su conclusión obliga a EEUU a fortalecer sus fuerzas armadas. El principal think tank al servicio del Pentágono, Rand Corporation emitió también la conclusión de su estratega David Ochmanek afirmando que “Rusia tiene la superioridad numérica en cifras: las tropas rusas son más numerosas respecto a las norteamericanas en términos 2 a 1 y no seremos capaces en estas condiciones de defender Europa de la agresión rusa”.
Resulta que las declaraciones de Vladimir Putin en junio pasado señalando que “solamente una persona insana puede imaginarse en su sueño que Rusia de repente atacará a la OTAN”, no significaron nada para los estrategas iluminados norteamericanos, pues ya tomaron la decisión de antemano de convertir a Rusia en su enemigo principal contra toda la lógica y basada solamente en los intereses económicos norteamericanos. Así privaban a la Unión Europea de su antiguo proyecto de formar una alianza económica y comercial con Rusia teniendo en cuenta su potencial de abundantes recursos naturales.
El giro del Pentágono hacia Rusia como el enemigo principal no solamente abarca en términos geográficos a Ucrania y los países de la OTAN y en principal las naciones bálticas, sino se expande también al Medio Oriente debido al incremento de la ayuda rusa a Siria. Debido a la voluntad de Washington este país está desangrándose. Más de 200,000 sirios perdieron la vida, unos 300,000 mil fueron heridos, siete millones de sus habitantes del total de 23 millones tuvieron que abandonar su país y 11 millones se convirtieron en refugiados internos y todo esto sucedió debido a la decisión de Washington de balcanizar Siria y sacar del poder a su presidente Bashar al-Asad bajo la consigna de Barack Obama: “Asad debe irse”.
Jamás le perdonó el gobierno norteamericano al presidente de Siria su rechazo de la oferta que le hicieron los norteamericanos de ser aliado incondicional del Occidente y alejarse de los rusos a cambio de la protección estadounidense. Lo curioso fue que la misma propuesta recibió el líder de Libia Muamar Gadafi que sí la aceptó y desarmó tontamente su país creyendo ingenuamente en la palabra norteamericana. Lo que le sucedió ya es de conocimiento público, la destrucción de Libia y el horrible asesinato de Gadafi debe servir de advertencia a los que creen en la palabra del gobierno norteamericano.
La Unión Soviética fortaleció sus relaciones con Siria desde los años 1960 igual que con Egipto. El padre de Bashar al-Asad, Jafez al-Asad estudió en Rusia en una academia militar y la mayoría de los oficiales del ejército sirio hasta 1991 recibieron entrenamiento en la URSS. En los años 1980 los militares soviéticos no permitieron varios intentos de la invasión de Siria por Israel bajo el auspicio de EEUU Después de la desintegración de la URSS, Rusia milagrosamente no abandonó sus intereses en Siria y Bashar al-Asad quiso inclusive que su país ingresara en la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), lo que irritó aún más a Washington que decidió sacar al-Asad del poder iniciándose en marzo 2011 la rebelión programada por el Departamento de Estado norteamericano que sumergió al país en una cruenta guerra civil.
Sin embargo, fue precisamente el gobierno de Rusia el que no permitió la invasión de Siria por EEUU y la OTAN. La respuesta occidental fue la creación del Estado Islámico (EIIS) y el movimiento radical de la oposición siria Al-Nusra en su intento de derrocar al régimen de al-Asad. Al mismo tiempo Washington declaró estos dos movimientos como organizaciones terroristas lo que le permitió supuestamente usar sus aviones F-22 para bombardear sus posiciones en Siria. Hace poco el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso expresó su sorpresa al descubrir que antes de los ataques el Pentágono advertía al EIIS sobre su pronto inicio y a la vez daba información sobre los movimientos de las tropas sirias a esta organización terrorista.
Actualmente la situación está cambiando en Siria a favor de las fuerzas gubernamentales, debido a la mayor ayuda militar rusa, lo que indujo a los globalizadores hablar del “enemigo ruso” que cada vez se siente con mayor fuerza en Siria. La revista neoconservadora norteamericana The National Interest ya lanzó un artículo bajo el título: “Los SU-30SM contra F-22 americanos en Siria: quién gana?” Por supuesto, para el editor de la revista y autor del artículo, Dave Majumdar, la superioridad norteamericana aérea sobre los aviones rusos es incuestionable, pero el problema no consiste en esta apreciación. Los belicistas norteamericanos están insinuando prácticamente sobre una posible confrontación militar entre EEUU y Rusia en Siria.
El presidente Putin en una reciente entrevista con el primer ministro israelí le aseguró que ni Siria ni Irán planifican atacar a su país en las Alturas de Golán y que la presencia rusa consiste exclusivamente en la ayuda militar a Siria en su lucha contra el Estado Islámico en cooperación con Irán. Es decir en un momento preciso Rusia tomó la iniciativa de preservar Siria y así frustrar los intereses de los globalizadores de balcanizar al país. En estas condiciones no le quedará a Barack Obama llegar a un compromiso con Vladimir Putin respecto a Siria. Las dos bases rusas en Siria en Tartus y Latakia, la presencia de sus aviones de combate y de las fuerzas especiales señalan la decisión de Moscú de proteger a Siria.
Por mucho que quisieran los belicistas occidentales, Estados Unidos no está listo para empezar una guerra contra Rusia, el resto es una simple maniobra psicológica en forma de retórica altamente conocida en el mundo. Se espera que el presidente ruso aclarará su plan sobre Siria en su próxima intervención en las Naciones Unidas. Mientras tanto la posición rusa fue expresada claramente en un discurso de Putin en 2012, cuando el mandatario ruso afirmó que “Todo lo que hacemos está basado en nuestros propios intereses y proyectos y no en decisiones que otros países quieren imponernos. Rusia es tratada con respeto solamente cuando es fuerte y cuando camina segura con sus propios pies. Creo que el único camino para fortalecer la seguridad global es tratando de hacerlo junto con Rusia y dejar los intentos de degradarla, debilitarla políticamente o minar su potencial defensivo”.
¡Ojalá que Washington y Bruselas entiendan el contenido del mensaje de Putin y el sentido de lógica prevalezca en sus decisiones respecto a Siria y Rusia!


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK


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Rusia, aliado indispensable en Siria


Vladímir Putin, presidente de Rusia

A pesar del mantenimiento artificial de diferencias que solo ocultan intereses geopolíticos, Europa y EEUU empiezan a aceptar, y en muchos casos no sin alivio, que una solución del conflicto sirio es imposible sin la participación protagonista de Moscú.

Miles de muertos, comunidades religiosas perseguidas y diezmadas, mujeres convertidas en esclavas sexuales, gobiernos locales debilitados, países limítrofes desbordados por la llegada de refugiados, países europeos en crisis por la incapacidad a acoger a los que huyen de la guerra, reliquias culturales arrasadas… Es el somero balance del conflicto sirio y de las consecuencias del avance militar del autoproclamado Ejército Islámico (EI), o Daesh, en su acrónimo en árabe.
Para luchar contra el EI, una coalición de 60 países liderados por Estados Unidos y algunos de sus principales aliados árabes ha sido incapaz de frenar el avance de los yihadistas. Ha bastado que Rusia decida acelerar su implicación militar en Siria para que desde todas las capitales europeas, y por encima de las diferencias con Moscú, se empiece a vislumbrar una esperanza de acabar con la pesadilla islamista que asola Siria e Irak.
El retorno de Rusia
A pesar del mantenimiento artificial de diferencias que solo ocultan intereses geopolíticos, Europa y su aliado estadounidense empiezan a aceptar, y en muchos casos no sin alivio, que una solución del conflicto sirio es imposible sin la participación protagonista de Moscú.
En pocos días se ha pasado de denunciar en la prensa occidental los movimientos de material militar y humano ruso llegado a Siria, a acoger con esperanza que ese material y esas tropas sirvan para acabar con Daesh. Ciertos comentaristas no se privan de añadir que una eventual implicación militar rusa sería por fin decisiva, visto el fracaso de las acciones llevadas a cabo por la citada coalición liderada por Estados Unidos.
Putin, de demonio a aliado
En pocas horas, algunos medios de prensa y ciertos políticos europeos han pasado de intentar recrear la guerra fría antisoviética aprendida en noveluchas de espías, a aceptar como necesaria la «coordinación militar con Moscú». Vladímir Putin, demonizado por esa misma prensa, es visto ahora como un aliado indispensable para intentar acabar con la barbarie islamista de Daesh.
La irrupción de Rusia, ya sin ambages sobre el terreno, lleva implicada la participación del presidente sirio, Bashar Asad, en la solución de la crisis. La canciller alemana, Angela Merkel, ha sido la primera entre sus colegas comunitarios en insistir sobre la necesidad de contar con el presidente sirio. París y Londres, los más beligerantes con la idea, van haciéndose a ello, aunque primero deben preparar a unas opiniones públicas que ha sido bombardeadas con declaraciones sobre la imposibilidad de integrar a Bashar Asad como interlocutor válido. En Francia, cuyo presidente François Hollande pretendió acabar militarmente con el régimen de Asad, la postura de "ninguna colaboración con el presidente sirio" va perdiendo intensidad. En Estados Unidos la política hacia Siria del Departamento de Estado sigue con los vaivenes habituales, y lo que un día un portavoz asegura, al día siguiente es matizado por el responsable de Exteriores, John Kerry.
Algunos de los históricos aliados árabes de Washington, como Egipto y Jordania, a través de las voces del presidente Abdelfatah al Sisi y del rey Abdalá respectivamente, han acogido positivamente el papel de Rusia en un posible arreglo a la crisis siria. Desde el punto de vista militar, Washington, Londres, París y Tel Aviv ya coordinan a sus aviaciones para evitar «accidentes».
Los lazos que unen a Damasco y Moscú desde hace décadas no pueden eliminarse para provecho de terceros, que han visto en la guerra interna en Siria una oportunidad para cercenarlos. Rusia juega su baza en la zona protegiendo sus intereses estratégicos, independientemente de la persona que rija los destinos de Siria en el futuro. Como si de nuevo se viviera la Guerra Fría, algunos se sorprenden de que Moscú quiera mantener —entre otras cosas- su base naval de Tartus en territorio sirio, la única que le abre las puertas del Mediterráneo. Esas mismas voces aceptan como natural que Estados Unidos disfrute en la misma área de bases militares en Turquía, Egipto, Irak, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Catar y Arabia Saudí.
Rusia ha decidido potenciar su papel en la solución del conflicto en Siria y en la eliminación de la amenaza yihadista. Si el régimen sirio cae por el empuje del islamismo armado, el veneno de la intransigencia religiosa corre el riesgo de extenderse, desde ese mismo Mediterráneo que todos quieren controlar, hasta Asia Central, pasando por el Cáucaso. La ceguera de algunos gobiernos europeos lo permitiría; la indecisión de la acción exterior norteamericana, mezclada a sus intereses, no lo frenaría. Ahora se confía en la participación de Rusia, que lleva advirtiendo del peligro del contagio desde hace años. La crisis de los refugiados en la Unión Europea ya había actuado como evidencia de que era necesario actuar y dejarse de vetos diplomáticos. El desplazamiento de soldados y material militar ruso parece haber acelerado la aceptación de una realidad que solo intereses políticos miopes se negaban a ver.
 Viejo Condor

Sputnik Mundo (SIC)

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK


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